Trabajadoras textiles de todo el mundo nos detallan la gravedad del impacto de la pandemia en sus vidas
Desde el comienzo de la pandemia, millones de trabajadores textiles de todo el mundo se han visto en situaciones completamente desesperadas, incapaces de poder cubrir necesidades tan básicas como la comida y el alquiler. Son miles los que han perdido sus trabajos o han visto cómo sus sueldos sufrían reducciones muy drásticas después de que las principales marcas de Estados Unidos y Europa cancelaran o se negaran a pagar lo que se estima que alcanza el valor de 13.621 millones de euros en pedidos contando únicamente desde abril a junio de 2020.
“Ha sido tremendamente preocupante el que las marcas le dieran la espalda a la cadena de suministro de la que se han beneficiado durante décadas”, nos cuenta Christie Miedema, co-coordinadora de campaña y de divulgación de Clean Clothes Campaign, una red global que trabaja por mejorar las condiciones de la industria textil. “Resulta inconcebible que haya gente que ya vive en la pobreza con sus sueldos y que nunca han tenido la posibilidad de ahorrar ni tienen nada en lo que apoyarse”.
Lamentablemente, según un informe publicado por el Worker Rights Consortium en noviembre de 2020 casi el 80% de los trabajadores textiles entrevistados han pasado hambre. Las condiciones laborales se han deteriorado rápidamente desde que tanto las fábricas como sus trabajadores están bajo cada vez más presión para producir prendas más rápidamente debido a los recortes de precios por parte de los minoristas. Se han extendido las noticias de rupturas de los sindicatos después de que sus miembros y activistas por los derechos de los trabajadores hayan sido blanco de un mayor número de despidos.
La pandemia también ha situado a las trabajadoras textiles (que conforman alrededor del 85% de la industria) en un riesgo mayor de sufrir violencia y acoso sexual. En India, la trabajadora textil de 20 años Jeyasre Kathiravel fue supuestamente violada y asesinada por su supervisor en una fábrica de suministros para H&M tras meses de acoso. H&M afirmó haber puesto en marcha una investigación independiente sobre las causas de su muerte, bajo la dirección del Consorcio de los Derechos del Trabajador, y añadió: “El Grupo H&M se toma increíblemente en serio esta situación y reconoce que tenemos la responsabilidad de asegurar la seguridad de nuestros trabajadores en toda nuestra cadena de suministro. Seguimos trabajando con el sindicato correspondiente para hallar la mejor manera de proceder”.
Los activistas ahora exigen que las marcas no solo #PayUp [salden la deuda de] sus pedidos, sino que se responsabilicen de su cadena de suministro. Esto incluye asegurarse de que los trabajadores textiles reciban un sueldo digno y tengan condiciones seguras de trabajo, además de promover leyes que protejan a los trabajadores.
“Muchas de las marcas simplemente no tienen en cuenta a la gente que fabrica sus productos, a los trabajadores”, dice Ayesha Barenblat, fundadora y directora ejecutiva de la organización sin ánimo de lucroRemake, una de las organizaciones tras la campaña #PayUp. “La pandemia ha exacerbado muchos de los problemas más evidentes que se dan en la industria de la moda: esto tiene que ser un punto de inflexión”.
Hemos hablado con trabajadoras textiles de Bangladés, Sri Lanka, Camboya, Etiopía y los Estados Unidos para saber más sobre cómo se han visto afectadas sus vidas por la pandemia.
Sadiya*, 25 años, Dhaka, Bangladés
“Llevaba más de cinco años trabajando en la misma fábrica textil cuando me despidieron. Tras la Covid-19, la fábrica cerró en abril y perdí mi trabajo como inspectora de calidad. Mi marido, que también trabajaba en esa fábrica, también perdió su trabajo en el mismo momento.
“Ha sido realmente complicado porque nuestras dos familias dependen de nuestros ingresos. No me pagaron el total de mi indemnización y tuve que pedir un préstamo de de 40.000 taka (alrededor de 400€). Estábamos de alquiler en una casa, pero hemos tenido que mudarnos por no poder permitirnos el alquiler. Podemos pagar alimentos básicos, pero nuestras comidas ya no incluyen carne y no podemos permitirnos las medicinas que necesitamos.
“Mi marido consiguió encontrar un trabajo nuevo hace dos meses y medio, pero ahora nuestros ingresos totales están entre los 10.000 y 12.000 taka (100 a 120€) al mes, mientras que antes de la Covid-19 estaban entre los 20.000 y 22.000 taka (200 y 220€). Solo podemos enviar a nuestras familias la mitad de lo que les hacíamos llegar antes. Estoy realmente preocupada con la devolución del préstamo que pedí, pues en caso de no poder pagarlo el tipo de interés será cada vez más alto.
“Ha pasado casi un año desde que me despidieron y sigo sin poder encontrar trabajo. Cuando voy a alguna fábrica siempre me dicen que no tienen pedidos en ese momento, así que no me pueden contratar”.